Dei Verbum
La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia
4. La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia (DV 21-26)
La Sagrada Escritura es el tema que se desarrolla entre el número 21 y 26 de la Constitución dogmática sobre la Divina Revelación, Dei Verbum.
La Iglesia es consciente de la necesidad de poner la Palabra de Dios a disposición de todos
La Dei Verbum compendia y presenta una nueva comprensión con respecto a elementos esenciales de la fe cristiana. Aborda la revelación, la relación entre Tradición y Escritura, el carisma de la inspiración bíblica y la verdad de la Biblia, el valor del Antiguo Testamento para los cristianos, la historicidad de los evangelios y el lugar que corresponde a la Biblia en la vida y la misión de la Iglesia.
Este aspecto, el lugar de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia es el que abordamos a continuación, para profundizar en ella, es bueno contar con el apoyo de la exhortación apostólica Verbum Domini del papa Benedicto XVI. Este documento hace visible que el lugar de la Sagrada Escritura es un camino todavía en curso que va madurando en el devenir de la Iglesia. A partir de ahora, entramos en un horizonte más pastoral que teológico, yaa que, hablaremos de la existencia, la práctica, la propia vida de la Iglesia.
Este último capítulo de Dei Verbum, el capítulo sexto, es decisivo para pasar de la revelación entendida como diálogo entre Dios y el Hombre, al hecho de que Dios sale de sí mismo para ir al encuentro con el Hombre. Es decir, ahora nuestra atención se fija en la destinataria de esta revelación que es la Iglesia.
La Iglesia es consciente del significado de la Palabra de Dios en referencia al Verbo de Dios hecho carne, único salvador y mediador. Escuchando esta Palabra somos conducidos a reconocer que este es el fundamento de toda la realidad. Por tanto, venerar esta palabra es de gran importancia para la Iglesia. La mesa eucarística está hecha de Palabra y Sacramento.
Es imprescindible escuchar, vivir y acoger la Palabra en sintonía con la Tradición y la vida sacramental de la Iglesia. No existe una verdadera oración que no esté arraigada en la Escritura. De igual modo, también debe estar anclada a la Palabra, la predicación de la Iglesia. Conviene recordar que Jesús dio a los apóstoles el mandato de predicar el Evangelio.
La Biblia no es un libro más de nuestra biblioteca. La Escritura, se hace viva cuando está en la Iglesia quien se acerca a ella. Es ahí cuando ilumina a los creyentes su propia existencia personal, comunitaria y social. Por eso, la Iglesia es consciente de la necesidad de poner la Palabra de Dios a disposición de todos y para ello el Concilio le pide que existan traducciones apropiadas de la Palabra de Dios correctas en diversas lenguas a partir de los textos originales.
Tenemos que permitir a la Escritura que se convierta para nosotros y para quien se acerque, en una fuente de vida interior y motivación. El camino que se abre a partir de la Dei Verbum tiene como finalidad pastoral que el creyente pueda mirarse con ojos nuevos a sí mismo y a los demás.
La Palabra de Dios va más allá de cualquier frontera. Atraviesa los límites puestos por el hombre y llega allí donde viven hombres y mujeres de otras religiones. Personas que quieren entrar en un diálogo que salva, como lo hizo Jesús cuando proclamó el Evangelio en Galilea. Por eso, el concilio invita a colaborar con las demás denominaciones cristianas para realizar un trabajo común: realizar traducciones que puedan ser usadas por todos los cristianos.
Hay que mencionar en este punto la especial relación entre cristianos y judíos con respecto a las Sagradas Escrituras. La Dei Verbum no cita explícitamente la religión judía pero gracias a este documento, se ha posibilitado un diálogo cada vez más fecundo entre ambas confesiones y tanto el papa Benedicto XVI como el papa Francisco han reafirmado en varias ocasiones lo importante que es para la Iglesia este diálogo.
Un aspecto muy importante que señala Dei Verbum es la importancia que tiene la Sagrada Escritura para la Teología. La reflexión teológica de la Iglesia ha de tener como alma la Escritura.
En este sentido, Dei Verbum plantea también dos recomendaciones: Por un lado, la necesidad de crear un estudio de la Escritura por parte de teólogos y exegetas y de su misión apostólica al servicio de toda la Iglesia. Este estudio estará abierto al mundo, no solo por motivos académicos o científicos, sino también porque es parte integrante de un auténtico servicio eclesial.
Por otro, se recomienda a todos los clérigos, sacerdotes, diáconos, catequistas y todos aquellos que se dedican legítimamente al ministerio de la Palabra, la lectura asidua de la Sagrada Escritura. Evitando, al mismo tiempo, el riesgo de convertirse en un erudito sin alma, es decir, sin capacidad de anunciar el Evangelio dando testimonio con su propia vida.
Este documento ofrece dos vías para realizar este encuentro de reconocimiento y amor: la liturgia y la lectura específica, única y acompañada por la oración que hagan los fieles cristianos.
La tarea de ayudar a los fieles a tener un mayor reconocimiento de la Escritura está en manos del obispo. A él le pertenece la misión de enseñar al Pueblo de Dios, pero esto no quiere decir que los demás miembros de la Iglesia no puedan o no deban hacer su parte. La Palabra de Dios alarga el corazón de la Iglesia y lo hace a todos los niveles: jóvenes, ancianos, presbíteros o laicos. Este es un camino que no se recorre en el tiempo de un tweet, sino gradualmente.
A partir de la Sagrada Escritura tenemos que comprendernos a nosotros mismos a la luz de Dios. El hombre contemporáneo necesita más que nunca tener respuestas a las preguntas que se hace y es importante descubrir que solo Dios responde a la sed que está en el corazón de cada hombre. La analogía de la Palabra de Dios indica a la persona de Jesucristo, Hijo del Padre, que, como hombre, usa palabras humanas para llenar el corazón de cada persona y ayudarle a alcanzar su fin último, que es la Gloria de Dios.