Gaudium et spes

La Iglesia en el mundo actual

1. La Iglesia en el mundo actual (GS 1-3)

Los tres primeros números de esta Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, hablan de las emociones de los hombres y mujeres de hoy.

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Gaudium et spes nos invita a ver el destello de la esperanza precisamente 
en los nubarrones de los dolores y las injusticias del mundo

“El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo”. Así comienza la Gaudium et spes, partiendo de las emociones. No solo los cristianos, sino también las mujeres y los hombres de todo el mundo viven de las emociones y gracias a las emociones. No hay gesto humano que no encuentre en el sentimiento, tanto sereno como oscuro, el impulso inicial y la energía que lo sustenta. Toda la tierra vibra con la fuerza de los sentimientos, brillantes y apagados, como si fuera un solo corazón.

El Hijo de Dios en la tierra se siente en casa, porque percibe al Padre presente y activo en el mundo. Por eso el Concilio enseña que no es posible amar a Dios sin amar al mundo, a este mundo sagrado y sucio, magnífico e injusto, orgulloso y desesperado, abyecto y milagroso.

Y si la tierra está llena de su gloria, indudablemente también lo están las emociones. La Gaudium et spes se ocupa de las emociones católicas, que tienen en cuenta el todo. En primer lugar de la alegría, de la que habla la Gaudium et spes, y en la que insiste el papa Francisco. Una alegría que no puede darse sin esperanza, que es su fuerza, su poder. La esperanza es la estima hacia uno mismo, hacia los demás, hacia las cosas, hacia el mundo, hacia la historia. Por la certeza de que siempre hay algo apreciable y digno de ser considerado, incluso en el enemigo, incluso en el dolor. También provoca esta esperanza que une a toda la familia humana, el hecho de que todos, las mujeres y los hombres están hechos a imagen y semejanza de Dios.

La Iglesia de siempre, y la de hoy especialmente, necesita jóvenes, hombres y mujeres llenos de esperanza. Es una blasfemia contra el Espíritu Santo anunciar un Dios sin esperanza; también porque los sacramentos mismos son signos eficaces de la esperanza inquebrantable de Cristo.

Siendo «católica», la mirada sobre las emociones se dirige también a la «tristeza y angustia» de toda la familia humana y de los discípulos de Cristo. Si la primera infunde energía para decidir; la segunda debilita, agota el cuerpo y el alma, extingue todo deseo. Si los discípulos de Cristo no se sintieran parte de toda la familia humana, incluso a través de su tristeza y angustia, perderían el cuidado con el que Dios educa, permaneciendo cerca, consolando y amamantando como una madre; no captarían la gloria de Dios que también habita en la tristeza y la angustia. Además, habitar en el mundo actual, en la Iglesia de ahora, significa creer en el cumplimiento de la promesa del Resucitado: «yo estoy con vosotros todos los días».

En Gaudium et spes se expone la visión que la Iglesia tiene del mundo, lleno de la gloria de Dios. En primer lugar, el mundo está creado. Los cristianos consideran fiable la larga narración del Espíritu Santo a través de la historia de Israel y especialmente a través de la vida de Jesucristo, el Salvador del mundo; una narración custodiada en las Sagradas Escrituras y transmitida de una generación de la Iglesia a la siguiente. Este mundo creado es el teatro de la historia humana, donde hay espectáculos de danza, pero también tragedias sangrientas.

De las manos del generoso Creador había surgido un jardín de impresionante belleza, pero donde nos comportábamos como aguafiestas. El telón de este doloroso y triste espectáculo se estaba cerrando para siempre, cuando Dios lo reabrió inesperadamente, enviando a su Hijo eterno a escena, como protagonista del mundo nuevo, donde nadie quiera estropear el festín preparado para todos, donde toda lágrima será secada, porque la injusticia y la muerte serán expulsadas de la escena.

Sin embargo, dos mil años después de la llegada del Hijo de Dios, parece que la escena es siempre la misma y el espectáculo representado invariable. Y no obstante, Gaudium et spes nos invita a ver el destello de la esperanza precisamente en los nubarrones de los dolores y las injusticias del mundo. El reflejo de esta mirada sobre el mundo y la historia se encuentra en el Nuevo Testamento. Y hay al menos tres imágenes a las que recurren las Sagradas Escrituras: el parto, la obra, la guerra.

Compara la aflicción de los discípulos —causa de desesperación— con los dolores producidos durante el parto de una mujer. Sin embargo, no es una agonía en vano, pues se verá colmada con el nacimiento de un hijo. La tierra, la historia, fecundada por la presencia de los cristianos, está dando a luz hijos e hijas de Dios. ¿Prefieres recurrir a la desesperación para excusar tu apatía, o remangarte y ayudar a los que claman de dolor?

La segunda imagen es la de la obra. El mundo es una enorme obra en construcción que debe completarse en la casa común, capaz de preservar y promover la vida. El mundo es una obra en construcción, donde los cristianos edifican teniendo a Cristo como piedra angular: solo apoyándose en él el edificio crece sólido, bello, capaz de garantizar un lugar para todos y para siempre. ¿Preferirías construirte una guarida, un palacio para ti solo, o por el contrario no mover un dedo? Tu esperanza se verá por tu sudor, tu coraje y tu perspicacia.

La tercera imagen ocupa gran parte del último libro de las Sagradas Escrituras: el Apocalipsis, con escenas llenas de paz alternando con enfrentamientos a la muerte. Las batallas se libran en varios frentes: militar, económico, religioso y político. Y ahí la resistencia de la esperanza es necesaria, porque si bien la guerra está ganada por el Señor, aún no lo están todas las batallas: la angustia, el dolor, las lágrimas, el luto serán suprimidos, pero no ahora. Con la excusa del peligro y el miedo, ¿quieres desertar? ¿O tienes sentido común y te juegas tu única vida con quien ha ganado y ganará?

Sintiéndose solidaria con el mundo entero y por amor a toda la familia humana, la Iglesia quiere contribuir a la salvación del hombre, gracias a la luz del evangelio, porque allí donde llega su luz se «edifica» la sociedad humana, un verdadero hogar.

Los primeros números de la Gaudium et spes: allí donde la luz de Cristo llegue a la vida cotidiana (de estos días), el mundo comenzará a ser el lugar donde se cumplirán las promesas y ya nadie tendrá miedo de ser traicionado.