Lumen gentium

El misterio de la Iglesia

1. El misterio de la Iglesia (LG 1-5)

La Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, dedica sus cinco primos números a profundizar en el misterio de la Iglesia.

¡Escúchalo en Podcast!
Todos buscamos un propósito en nuestra vida. Encontrar un significado más profundo de ella. La Iglesia, 
es una expresión de este proyecto, como un lugar de interconexión y relaciones en el que encontrar ese significado

La palabra Iglesia procede del griego Ekklesía, que significa asamblea, reunión. Es el conjunto de personas que se reúnen para seguir a Jesús de Nazaret y ser miembros de la comunidad fundada por él. El edificio dónde esta comunidad se reúne, también se llama iglesia.

En el centro de ella, Jesús: profeta, maestro, Mesías y Señor de los cristianos. Su experiencia de haberlo visto vivo después de su muerte, y la misión que Él mismo les confía, ha llevado a sus discípulos a llevar su mensaje a todas partes. Jesús habla y actúa con una autoridad propia, lo que también se refleja en su reconocimiento como maestro.

A lo largo de la historia, se ha hablado mucho sobre el término Iglesia. Las comunidades cristianas han cambiado y han evolucionado en su estilo, fisionomía y modelos. Esto ha llevado a la necesidad de que se dialogue sobre cómo explicar a sí misma la Iglesia, en su identidad y en su misión, en relación a su pasado y su presente. El Vaticano II busca precisamente responder preguntas como “¿Qué tienen que decir la Iglesia a los hombres y mujeres de este tiempo? ¿Cómo puede la Iglesia ser más cercana? ¿Cómo puede interpretar mejor sus expectativas, alegrías, temores o esperanzas?

El concilio habla de la Iglesia como misterio. Por eso nos acercamos al concepto de “misterio” en relación al proyecto de Dios, a la Iglesia y a nuestra propia existencia.

El termino misterio procede de la Sagrada Escritura y se refiere al plan de Dios con respecto a sus criaturas, que se manifiesta en el tiempo y culmina en Cristo. La Iglesia es signo e instrumento de una salvación que nos concierne en nuestra totalidad de personas, no tomadas de manera individual, sino en la relación que nos une los unos con los otros.

La Iglesia es el lugar que tendría que hacer ver a los hombres y mujeres que la verdadera vocación de cada ser humano es formar parte de la vida de Dios. Todos buscamos un propósito en nuestra vida. Encontrar un significado más profundo de ella. La Iglesia, es una expresión de este proyecto, como un lugar de interconexión y relaciones en el que encontrar ese significado.

La Lumen Gentium habla sobre la Iglesia, que es para todo el mundo y no solo para unos pocos. A pesar de que la humanidad ha descuidado su designio desde el principio, el Padre no nos ha abandonado y ha predestinado a todos a ser conformes a la imagen del Hijo. En este punto, nos preguntamos: ¿por qué llamamos a Dios con el nombre del Padre e indicamos a Jesús como el Hijo?

El texto responde a esta pregunta. Al llamar a Dios “Padre”, “Hijo” y “Espíritu”, se busca dar significado a la diversidad de las Personas en la Trinidad. El Dios cristiano es Uno, pero en su unidad encontramos la trinidad de las Personas. La Iglesia forma parte del designio de Dios, y los creyentes en Cristo son llamados a formar la Iglesia.

La misión del Hijo es salvar al mundo. El Hijo de Dios se hizo hombre para salvarnos. Jesús reivindica su conocimiento de Padre y afirma que quien le ve a él, ve al Padre.

En este punto, la Iglesia se presenta como el reino de Cristo presente ya en misterio, que, por el poder de Dios, crece visiblemente en todo el mundo. La Iglesia celebra en la Eucaristía la muerte y resurrección de Cristo y en cada celebración, conmemora el don del Señor por nosotros. La participación en el único pan nos hace un solo cuerpo en él, una comunión profunda, confiada al pan y al vino, donde la comunidad se alimenta de ellos y comunica el cuerpo del Señor.

La Lumen Gentium explica también la misión del Espíritu Santo en la comunidad de los discípulos, especialmente, en los discursos de despedida del Evangelio según Juan. El Espíritu es enviado para santificar la Iglesia y permitir a los creyentes el acceso al Padre a través del Hijo. Describe su naturaleza como el agua que brota, la fuerza que envía y su permanencia en la Iglesia. Se afirma que el Espíritu es el “Señor y dador de vida”.

La Iglesia se entiende también en su misterio como “Reino de Dios”. Esta expresión se refiere a una visión teológica y un contenido de fe presente en toda la Escritura. Se describe el concepto de reino en un contexto político, comparando distintas formas de gobierno como la monarquía, la república y la tiranía. En la historia de Israel, el concepto de reino se relaciona con un pueblo unido por una alianza con Dios, donde él es el rey y el pueblo es el gobernado. Aunque se entiende que el rey es el representante de Dios, el reino es más bien un dato teológico.

En la enseñanza de Jesús aparece con frecuencia el término de Reino de Dios. Él habla de un reino que se acerca y que está por venir y que se manifiesta en su persona. A través de sus parábolas y sus milagros, Jesús explica lo que significa este reino.  Jesús se refiere a sí mismo como “Hijo del hombre” e “Hijo de Dios”. El hecho es, y el texto de Lumen gentium lo pone de relieve, que la realeza de Jesús y el reino que se ha acercado por él y que está presente, tumba los cánones tradicionales del poder.

El Reino de Dios, como ya cantó María de Nazaret en el magnificat, echa por tierra las reglas vigentes. En él, los últimos son los primeros, los poderosos son humillados y los humildes exaltados; los hambrientos saciados y los ricos serán pobres.

La regla de oro que expresa los valores de este reino es: hacer a los demás lo que querríamos que nos hicieran. Respetarlos, ayudarlos, cuidarlos…Es decir: amar a Dios y al prójimo como a ti mismo. Este es el fin de la propia vida.