Lumen gentium
Los laicos
1. El misterio de la Iglesia (LG 1-5), de Cettina Militello.
2. Las imágenes de la Iglesia (LG 6-8), de Maria Gloria Riva.
3. El pueblo de Dios (LG 9-17), de Salvador Pié-Ninot.
4. La Iglesia es para la evangelización (LG 17), de Guillermo Juan Morado.
5. El papa, los obispos, los sacerdotes y los diáconos (LG 18-29), de Philip Goyret.
6. Los laicos (LG 30-38), de Mimmo Muolo.
7. La vida consagrada (LG 43-47), de Verónica Berzosa.
8. La santidad como vocación universal (LG 39-42), de François-Marie Léthel.
9. La Iglesia peregrina hacia la plenitud (LG 48-51), de Achim Schütz.
10. María, la primera creyente (LG 52-69), de Stefania Falasca.
6. Los laicos (LG 30-38)
En estos números de la Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, los padres conciliares diseñan para los laicos el camino hacia la santidad.
La vocación de los laicos se puede comparar con una levadura que, al ser introducida en la masa del mundo, ayuda a hacerlo crecer, desarrollarse e incluso santificarse
El Concilio Vaticano II enseña que la vocación tiene un significado más amplio y afecta a todas las condiciones de vida de los cristianos, incluyendo a los laicos. Los laicos están llamados a buscar el Reino de Dios en su vida diaria y en su vida social, ordenando las cosas temporales de acuerdo con el querer de Dios.
La vocación de los laicos se puede comparar con una levadura que, al ser introducida en la masa del mundo, ayuda a hacerlo crecer, desarrollarse e incluso santificarse. La vocación de los laicos consiste en estar en el mundo e iluminarlo con el testimonio evangélico, a través de la palabra y la acción, el diálogo y la renuncia, la enseñanza y los ejemplos concretos. Esto no excluye la necesidad de una implicación dentro de la Iglesia en colaboración con los pastores y en algunos oficios en los que los laicos pueden ofrecer sus propias competencias.
Un primer fruto del impulso conciliar a los laicos fue el florecimiento de grupos, asociaciones y movimientos. Coincidió con la época conciliar y maduró de manera especial durante el pontificado de san Juan Pablo II, que los definió muchas veces como una primavera del Espíritu. Otro fruto también significativo fue el momento de los jóvenes notable a partir de las Jornadas Mundiales de la Juventud, pero que ya habían tenido otros precedentes con Pablo VI.
El Concilio ha estimulado también la presencia de los laicos católicos en las múltiples fronteras de la caridad. Baste con pensar en el nacimiento de las Cáritas locales y diocesanas, la Cáritas internacional, o la difusión de un voluntariado activo a varios niveles, incluido el de la cooperación al desarrollo.
La cuestión de los laicos en la Iglesia fue abordada explícitamente por san Juan Pablo II en Christifideles laici. Es hoy un punto de referencia fundamental en todo lo que respecta a la vocación de los fieles laicos, su comunión y su participación en la vida y la misión de la Iglesia.
La expresión “nueva evangelización” fue utilizada por el Papa en 1979 durante su primer viaje apostólico a Polonia, y fue citada en diversos momentos hasta convertirse en un verdadero programa pastoral. El Papa subraya la necesidad de una “nueva evangelización” y dirige una invitación urgente a los laicos para que sean coprotagonistas en la misión de la iglesia.
La “nueva evangelización” se basa en la certeza de que en Cristo hay una “riqueza insondable” y se enfoca en la situación actual de países y naciones donde la religión y la vida cristiana están siendo transformadas por el indiferentismo, secularismo y ateísmo. Esta fue una nueva forma de promover el cristianismo en los países donde ya no se practicaba. En su encíclica Centessimus annus, publicada en 1991, el Papa también advierte sobre los peligros del capitalismo desenfrenado y llama a los laicos a tomar parte en la economía y en la ecología.
Otro ámbito de la actividad de los laicos es la evangelización de la economía y el medio ambiente. El papa Francisco ha introducido una nueva visión en la doctrina social de la Iglesia al centrarse en la ecología integral. En su encíclica Laudato si’, él ha condenado el comportamiento de la economía del descarte, que sacrifica a los hombres y mujeres en beneficio y consumo. El papa Francisco ha llamado a los fieles laicos a imitar a San José como hombres-custodios, cuidando de la Iglesia, la familia, lo creado y los más pobres y desfavorecidos. En la encíclica ha hecho hincapié en la necesidad de cuidar de la familia humana en su conjunto y de la casa común en la que vivimos.
La ecología integral se basa en la conciencia de que todo en el mundo está conectado y que la defensa de los ecosistemas, la preservación de la biodiversidad y la conservación de las especies nunca será realmente eficaz si se separan de cuestiones aparentemente distantes como la política, economía, migraciones, urbanística y relaciones sociales. Francisco también ha señalado la importancia de la ecología humana y la relación entre los cambios climáticos y el aumento de la pobreza.
El movimiento “Economía de Francisco” es una iniciativa liderada por jóvenes y economistas, inspirada en el magisterio del papa Francisco. Se basa en un modelo de producción y consumo llamado “economía circular”, en el cual se busca compartir, prestar, reutilizar, reparar y reciclar materiales y productos para extender su ciclo de vida, reducir residuos y evitar la “cultura del descarte”. El objetivo es crear una economía más sostenible, inclusiva y solidaria, y fomentar un comportamiento sostenible y humano en la elección de productos.
En definitiva, se puede decir que el papel de los laicos dentro de la Iglesia ha crecido gracias a las intuiciones conciliares. La relación entre laicos y jerarquía ha de ser una relación de reciprocidad, manifestándose “con la libertad y confianza que deben tener los hijos de Dios y hermanos en Cristo.” Los laicos están llamados a “acoger con prontitud”, con cristiana obediencia “lo que los sagrados pastores, representantes de Cristo, decidan como maestros y jefes en la Iglesia.” Los pastores deben reconocer y promover la dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia confiándoles tareas y oficios según sus competencias y respetando su libertad. Los laicos tienen el derecho y deber de dar su opinión sobre cuestiones que afectan al bien de la Iglesia.
En las décadas después del Concilio, la vida de las comunidades eclesiales se ha beneficiado de la contribución de los laicos en ámbitos como la catequesis, liturgia, caridad, actividad cultural, administrativo y gestión económica. Y es que el Concilio diseña para los laicos el camino hacia la santidad, un don del Señor Jesús, que se puede alcanzar en cualquier estado de vida, en casa, en el trabajo, en la Iglesia, en cada momento, siguiendo y llevando a la práctica las enseñanzas del Concilio Vaticano II.