Las parábolas en la oración
- INTRODUCCIÓN.
Saludo
Nos reunimos en esta tarde (1), para orar y seguir aprendiendo a orar, junto a Jesús, nuestro Maestro. Y pedimos al Espíritu Santo que guíe nuestra oración, que nos ayude a comprender y vivir las enseñanzas de Jesús, que nos lleve al Padre.
Canto – Invocación al Espíritu Santo
Ven Espíritu de Dios y de tu amor enciende la llama.
¡Ven, Espíritu de amor! ¡Ven, Espíritu de amor!
Del Evangelio según San Mateo (Mt 6,6)
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Monición
Tomamos un tiempo para entrar en nuestro corazón. Para serenarnos. Este primer momento de la oración puede ser para cerrar la puerta a tantas cosas que nos distraen, para dejar a un lado prisas, planes, pensamientos…. Nos sentamos con una posición relajada, que nos ayude a estar en actitud de escucha ante el Señor.
Podemos también fijarnos en nuestra respiración. Con el aire que soltamos, dejamos ir preocupaciones, pensamientos… todo lo que nos dispersa. Con cada inspiración, podemos repetir interiormente la oración que hemos cantado: Ven, Espíritu de Dios, Ven, Espíritu Santo…
Entra en tu interior, en silencio. Toma conciencia de la presencia de Dios. Él desea encontrarse contigo, personalmente, en esta tarde.
Toma conciencia de ti mismo, de cómo estás, cómo te sientes hoy. Pon tu realidad ante el Señor. Él mira con amor y ve en lo escondido, acoge tu realidad más honda y es capaz de comprenderla. Si algo te inquieta o te preocupa, ponlo ahora en sus manos…
Silencio breve
- MOMENTO 1
Monitor
Como seguidores de Jesús, somos invitados a vivir como él. Queremos hacernos a su estilo, hasta “tener los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,5) “a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef 4,13). Y, como los primeros discípulos, intuimos que para ello necesitamos aprender a orar como Jesús, que vive siempre unido al Padre y hace su voluntad, que mira la realidad y la ve en verdad; que afronta las dificultades y sufrimientos desde la confianza de saberse amado por el Padre. Por eso le pedimos que nos enseñe a orar.
Del Evangelio según san Lucas (Lc 11,1-4)
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
Canto: “Señor, enséñanos a orar” (Kairoi)
SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR. A HABLAR CON NUESTRO PADRE DIOS.
SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR, A ABRIR LAS MANOS ANTE TI.
1. Orar con limpio corazón, que solo cante para Ti,
con la mirada puesta en Ti, dejando que hables, Señor.
Orar buscando la verdad. Cerrar los ojos para ver.
Dejarnos seducir, Señor, andar por tus huellas de paz.
2. Orar hablándote de Ti, de tu silencio y de tu voz.
De tu presencia que es calor, dejarnos descubrir por Ti.
Orar también en sequedad. Las manos en tu hombro, Señor.
Mirarte con sinceridad: aquí nos tienes háblanos.
SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR, A ENCONTRATRE EN LA SOLEDAD,
Y EN UN DIÁLOGO DE AMOR, ABISMARNOS EN LA TRINIDAD,
Y ASÍ TRANSFORMES NUESTRA VIDA, DANDO FRUTOS DE SANTIDAD.
1. A tus pies encontramos, Señor, compasión, cercanía y ternura.
Das tu paz y tu misericordia y eres luz en las noches oscuras.
2. En silencio escuchamos tu voz, tu Palabra es fuente de vida,
que nos mueve a anunciar a los hombres nuestra fe con profunda alegría.
3. Nos unimos al Pueblo de Dios, y rezamos con Santa María.
En su humilde oración nos enseña a confiar y entregarte la vida.
4. Al rezar se renueva la fe, la esperanza nos llena de gozo
y tu fuego de amor nos impulsa a servirte en el otro.
Silencio breve
- MOMENTO 2
Monitor
Pedimos a Jesús que nos enseñe a acercarnos al Padre como hijos que lo reciben todo por su amor. Que nos ayude a vivir en esta gratuidad; a situarnos desde la humildad. Dice San Juan de la Cruz que “Dios es como la fuente, de la cual cada uno toma como lleva el vaso”. Queremos vaciar nuestro corazón de arrogancias y soberbia; vaciarnos de rencores, y de juicios sobre otros, para poder acoger la vida que él nos regala.
De la tentación de la soberbia y los juicios, y de la importancia de la humildad, nos habla Jesús con la parábola del fariseo y del publicano que oraban en el templo. Esa enseñanza y esas actitudes se reflejan también en la historia del Hijo Pródigo.
Del Evangelio según S. Lucas (Lc 15,11-32)
11También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; 12el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes.
13No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. 14Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. 15Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. 16Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. 17Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. 18Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
20Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. 21Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
22Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, 24porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete.
25Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, 26y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. 28Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
29Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; 30en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
31Él le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Monitor
Jesús nos invita a orar sin usar muchas palabras (Mt 6,7-8). Orar, más bien, escuchando, para acoger la Vida que Dios nos ofrece. El Padre de la parábola invita a sus hijos a transformar sus actitudes. Y a nosotros, Dios también nos llama a orientar nuestra oración. Al hijo que se ha alejado y se siente indigno, le devuelve la dignidad, porque para él nunca dejamos de ser hijos amados. Al que se siente seguro porque se cree justo y obediente, al que juzga y rechaza a su hermano, lo invita también a sentirse hijo: es decir, a entrar en el corazón del Padre, a entrar en su amor; a reconciliarse.
En silencio, meditamos esta parábola.
– Y le pedimos que nos ayude a acoger su amor incondicional, gratuito, y apoyarnos en él.
– Y nos preguntamos ¿He menospreciado o rechazado a alguien? ¿He de perdonar o pedir perdón a alguien? Y le pedimos al Padre que nos ayude a reconciliarnos, a acoger.
Cantamos o escuchamos “Perdónanos” (Ixcís)
Perdón, Señor,
por rechazar a nuestro hermano
no perdonar.
Perdón, Señor, por olvidar
que al perdonarme yo debo perdonar.
PERDÓNANOS, PERDÓNANOS. NO SOMOS UNO CON TANTA DIVISIÓN.
PERDÓNANOS, PERDÓNANOS. HAZ DE NOSOTROS UN SOLO CORAZÓN.
Perdón, Señor, por distanciar
de nuestra vida a los que sufren más.
Perdón, Señor, por criticar, por tantas quejas, omisiones, tanto mal.
Silencio
- MOMENTO 3
Monitor
La oración no es evasión de la realidad. Al contrario, limpia de prejuicios nuestra mirada y la vuelve despierta, como la del buen samaritano, para ver al ser humano herido, y ayudarle. Nos acerca a la propia mirada de Jesús, capaz de ver en profundidad, más allá de las apariencias. La oración abre nuestros ojos para descubrir las señales de la presencia de Dios y de su acción en el mundo. Hace crecer en nuestro corazón la esperanza. Una esperanza atenta a las señales del reino de Dios que brota, como la semilla, para dar fruto. Una esperanza activa, para colaborar con la acción de Dios en el mundo y en nuestra propia vida.
Del Evangelio según San Lucas (Lc 21,29-31.36)
29Y les dijo una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: 30cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. 31Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. 36Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.
Canto:
De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente,
sólo la sed nos alumbra, sólo la sed nos alumbra (Taizé)
o bien:
Despiértame, Señor, cada mañana,
para que aprenda de nuevo a amanecer
Despiértame, Señor, pon tu mirada en mi corazón
para que en todo hoy te pueda encontrar y alabar. (Ixcís)
Rezamos juntos la Oración del Jubileo
Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu reino.
Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz
de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Monitor
Piensa en un signo de esperanza o de amor que ves a tu alrededor, un signo del reino de Dios. Anótalo en un papel, o guárdalo en tu corazón para no olvidarlo. Para dar gracias a Dios. Piensa si está en tu mano ayudar a que florezca y dé fruto el reino.
Silencio
- Momento 4
Del Evangelio según San Lucas (Lc 11,5-13)
5Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, 6pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; 7y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; 8os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
9Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; 10porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. 11¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? 12¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? 13Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».
Monitor
Nuestra vida está rodeada de necesidades. Jesús nos invita a pedir, buscar, llamar. En diferentes pasajes del Evangelio, nos enseña a llamar a Dios Abbá, a buscar el reino de Dios y su justicia, a pedir el Espíritu Santo. El Espíritu Santo nos ayuda a orar con autenticidad y constancia, y a vivir como Jesús, cada día más unidos al Padre. En esta tarde, le pedimos el don de la constancia, a la vez que nos comprometemos a cultivarla. Le pedimos que nos ayude ir tejiendo, día a día, la amistad con Dios, para saber descubrir lo que él nos va dando, los caminos que él abre para nosotros.
Silencio breve
Del Evangelio según San Lucas (Lc 18,1-8)
1Les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
2«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. 3En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. 4Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, 5como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
6Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; 7pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? 8Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
Monitor
Varias veces insiste Jesús en la necesidad de orar sin desfallecer: para no caer en la tentación del desaliento, de dejar la oración y abandonar el esfuerzo por buscar el reino de Dios, por construir comunidad, por trabajar por la justicia y la paz. Necesitamos orar para no desalentarnos ante las dificultades y las contradicciones que encontramos en el mundo, en la propia comunidad cristiana, en nuestra misma vida y nuestro propio corazón.
Jesús habla de la necesidad de la constancia, precisamente con una parábola que habla sobre la dureza de nuestro mundo y la necesidad de justicia, de salvación. Terminamos también este encuentro orando por las necesidades del mundo. Nos hacemos eco de tantas personas desprotegidas y vulnerables, de tantas realidades donde hace falta que Dios haga presente su paz y su misericordia.
Pronunciamos en voz alta, espontáneamente, nuestras peticiones, y también nuestra acción de gracias o alabanza, espontáneamente. Y podemos responder cantando:
La misericordia del Señor cada día cantaré (Taizé)
(se deja un tiempo para las intervenciones de los participantes, intercalando el canto con la frecuencia que se considere oportuna: después de cada intervención, o de cada dos o tres…)
Y recogemos todas nuestras peticiones y alabanzas, en aquella plegaria con la que Jesús nos enseña a orar
- Padrenuestro
Por último, miramos a María, la llena de gracia, la que guardaba todas las palabras de Jesús en el corazón, para que nos enseñe también a nosotros a hacerlo así.
- Canto a la Virgen María, o rezo de la salve o el avemaría
[1] O “una mañana”, o “una noche”, según el momento en que se desarrolle la oración