Subsidio para la oración comunitaria (abril)

  • AMBIENTACIÓN.

Como ambientación se puede colocar en el centro una biblia abierta por el libro de los salmos, una vela y una imagen del buen pastor y comenzar con el canto del salmo 23, el Señor es mi pastor.

Gen verde, Sólo tú Señor
  • MOTIVACIÓN INICIAL.

Continuamos nuestra preparación al Jubileo del 2025 de la mano de la oración.

No hay nada mejor que, guardando silencio en el interior, abrirnos a la presencia de Dios que nos habita y hacer experiencia de su amor, de su palabra, de su consuelo, de su fortaleza, etc.

En este mes se nos invita a que lo hagamos desde la oración de los salmos, ellos han sido para el pueblo de Israel durante casi mil años, las palabras del hombre sabio dirigidas a Dios en los momentos de gozo y esperanza, pero también en los de dolor y angustia.

Los salmos se apoyan sobre la existencia humana, sobre el luto y las fiestas, sobre la política y los afectos íntimos; los salmos no solo son un modelo de oración, sino que también son un modelo de vida. Los salmos son, por tanto, el espejo de quien busca a Dios con corazón sincero dentro de su historia.

Los 150 salmos los podrimos dividir por colores y componer con ellos un bello arcoíris, vamos a elevar nuestra oración con toda la Iglesia y unirnos a cada uno de sus miembros, a aquel que tiene problemas y sufre, o a aquel que vive en esperanza y eleva una alabanza a su Señor.

(En cada “color temático”, excepto del último, se propone orar con un salmo que hace referencia directa al comentario que le precede. Se puede adaptar la oración según las circunstancias de los destinatarios y del tiempo del que se dispone, y elegir solo algunos, y de otros cantar solo la antífona, etc.)

I. El color de la crisis

Casi un tercio de los salmos están bajo el signo del lamento y del dolor. A veces se trata de enfermedades graves, tragedias, enemigos de fuera y enemigos de dentro, como es el pecado de la persona orante que le hace experimentar el silencio de Dios.

El escandalo de la injusticia y del dolor inocente lleva a los labios del orante la eterna pregunta que parece desvanecerse sin respuesta: Señor, ¿dónde estás?

Sin embargo, en la oración sálmica surge siempre una certeza: Dios escucha, la lamentación conduce hacia un futuro de liberación.

(La invitación ahora sería a rezar el salmo 38 intercalando la antífona que proponemos u otra que se considere oportuna.)


Salmo 38 Petición de ayuda y de perdón

2Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera. 

3Tus flechas se me han clavado,
tu mano pesa sobre mí.

4No hay parte ilesa en mi carne
a causa de tu furor;
no tienen descanso mis huesos
a causa de mis pecados.

5Mis culpas sobrepasan mi cabeza,
son un peso superior a mis fuerzas. 

10Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos; 

11siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.

12Mis amigos y compañeros se alejan de mí,
mis parientes se quedan a distancia; 

13me tienden lazos los que atentan contra mí,
los que desean mi daño me amenazan de muerte,
todo el día murmuran traiciones. 

14Pero yo, como un sordo, no oigo;
como un mudo, no abro la boca;

15soy como uno que no oye
y no puede replicar.

16En ti, Señor, espero,
y tú me escucharás, Señor, Dios mío;

17esto pido: que no se alegren por mi causa;
que, cuando resbale mi pie,
no canten triunfo.

18Porque yo estoy a punto de caer,
mi pena no se aparta de mí: 

19yo confieso mi culpa,
me aflige mi pecado. 

20Mis enemigos están vivos y son poderosos,
son muchos los que me aborrecen sin razón,

21los que me pagan males por bienes,
los que me atacan cuando procuro el bien.

22No me abandones, Señor;
Dios mío, no te quedes lejos; 

23ven aprisa a socorrerme,
Señor mío, mi salvación.


Antífona “En nuestra oscuridad, enciende la llama de tu amor, Señor, de tu amor, Señor. (Bis)”
  • Momento de silencio dejando resonar en el corazón alguna de las expresiones utilizadas por el salmista.

II. El color de la esperanza, la confianza y la acción de gracias

La oración sálmica está atravesada por una luminosa corriente de esperanza y confianza que brota precisamente del concepto bíblico de fe.

La esperanza sostiene no solo el breve lapso de una prueba, sino que poco a poco, impregna toda la parábola de la existencia humana hasta el duro paso de la muerte, que ya no es aniquilación y oscuridad, porque «Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha» (sal 16,11).

La confianza hace posible la acción de gracias comunitaria y personal. La última palabra que el Señor recibe de sus fieles es siempre de paz y serenidad, porque sabe que su grito de dolor no cae en saco roto, sino que tiene un oído trascendente que lo escucha.

(La invitación ahora sería a rezar el salmo 16 intercalando la antífona que proponemos u otra que se considere oportuna.)


Salmo 16 Tú eres mi bien

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

2Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
No hay bien para mí fuera de ti. 

3En los santos que hay en la tierra,
varones insignes, pongo toda mi complacencia.

4Se multiplican las desgracias
de quienes van tras dioses extraños;
yo no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré susn ombres en mis labios. 

5El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano:

 6me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

7Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.

8Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

9Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.

10Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.

11Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.


Antífona: Bendigo al Señor, porque escucha mi voz, el Señor es mi fuerza, confía mi corazón.
  • Momento de silencio dejando resonar en el corazón alguna de las expresiones utilizadas por el salmista.

III. El color de la adoración y del entusiasmo

Es el modelo de la oración en estado puro: es la alabanza espontánea y libre a Dios. Se da gracias a Dios por el mero hecho de que está presente, vive, obra y se comunica, se le contempla en su amor eterno y continuo, se le celebra por su gran gloria que despliega ante todo en la naturaleza.

En el himno, toda la persona humana, con sus emociones, sus expectativas, su fragilidad y su grandeza, es convocada a una grandiosa celebración que se expresa gozosamente con la antífona «su misericordia es eterna». El hombre busca, en la oración de alabanza y adoración, modelarse cada vez más a Cristo.

(La invitación ahora sería a rezar el salmo 93 al unísono intercalando la antífona que proponemos u otra que se considere oportuna.)


Salmo 93 El reinado de Dios

1El Señor reina, vestido de majestad;
el Señor, vestido y ceñido de poder:
así está firme el orbe y no vacila.

2Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.

3Levantan los ríos, Señor,
levantan los ríos su voz,
levantan los ríos su fragor;

4pero más que la voz de aguas caudalosas,
más potente que el oleaje del mar,
más potente en el cielo es el Señor.

5Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.


Antifona: Laudete omnes gentes, laudate Dominum. (Bis)
  • Momento de silencio abandonando nuestras vidas al reinado de Dios, reconociendo su poder y su fuerza, queremos dejarlo todo en sus manos.
  • ¿Qué realidades de mi vida necesito confiar de manera especial al Señor?, ¿Dónde deseo que él reine?

IV. El color de la oración litúrgica

La oración de los salmos fluye hoy en la liturgia tanto judía como cristiana, y encuentra en ella su expresión más intensa. Nunca hay un individuo rezando solo al margen de la comunidad, sino siempre un miembro del pueblo elegido en diálogo con el Dios de la alianza y de la elección de todo Israel. El halo de la alianza y de la “nación santa” rodea a todo orante que eleva su voz al Señor.

(La invitación ahora sería a rezar el salmo 84 por un solista intercalando con la antífona que proponemos u otra que se considere oportuna.)


Salmo 84 Deseo del santuario

2¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!

3Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

4Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido | donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo, Rey mío y Dios mío.

5Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. (Pausa) 

6Dichoso el que encuentra en ti su fuerza y tiene tus caminos en su corazón. 

7Cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones;

8caminan de baluarte en baluarte | hasta ver al Dios de los dioses en Sión.

9Señor del universo, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob. (Pausa) 

10Fíjate, oh Dios, escudo nuestro, mira el rostro de tu Ungido. 

11Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.

12Porque el Señor Dios es sol y escudo, el Señor da la gracia y la gloria;
y no niega sus bienes | a los de conducta intachable.

13¡Señor del universo, dichoso el hombre que confía en ti!


Antífona: Crea en mí Dios mío un corazón puro.
  • Momento de silencio dejando resonar en el corazón alguna de las expresiones utilizadas por el salmista.
  • En distintas ocasiones, a lo largo del salmo, aparece el termino “dichoso” que también podemos traducir por “bienaventurado”. Vuelve sobre el texto y reconoce las bienaventuranzas del corazón que ora.

V. El color de la vida política-cultural y oración

Aunque no faltan en los salmos ecos de acontecimientos políticos fechado y de catástrofes nacionales, es sobre todo en la figura del soberano, descendiente de David, donde se fija la atención especialmente, en los destinados a la entronización y coronación del rey.

El “ungido” (en hebreo, Mesías) que ahora se sienta en el trono de David está destinado, aun dentro de los limites de su debilidad y de su infidelidad, a anunciar y dar esperanza en la venida del definitivo “Mesías ungido”, “hijo de Dios”. Este será el sentido pleno y perfecto que adquirirán los salmos reales en la reinterpretación que el cristianismo ha hecho a la luz de la figura de Cristo.

En la oración se ilumina también la experiencia social que vive el creyente, manteniendo su autonomía y su realidad, el hombre que se encuentra con Dios no es un ser incorpóreo y por ello se acerca a Dios con su cultura y su inteligencia y surgen así los salmos sapienciales, que implican la experiencia humana y que en ocasiones se convierten en catequesis, en profundización teológica de la voluntad de Dios.

(La invitación ahora sería a rezar el salmo 110 a dos coros intercalando con la antífona que proponemos u otra que se considere oportuna.)


Salmo 110 El Mesías, rey y sacerdote

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies».

2Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. 

3«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, desde el seno, antes de la aurora».

4El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec». 

5El Señor a tu derecha, el día de su ira, quebrantará a los reyes, 

6sentenciará a las naciones,
amontonará cadáveres,
abatirá cabezas sobre la ancha tierra.

7En su camino beberá del torrente;
por eso, levantará la cabeza.


Antífona: El Reino de Dios es reino de paz, justicia y alegría. Ven Dios y abre en mí las puertas del reino.
  • Comentario al salmo que se puede leer para una mejor interpretación. Compuesto en el hebreo original de solo 63 palabras, este salmo real ha sido, sin embargo, uno de los más estudiados, musicados y amados del Salterio. Convertido en el texto clásico del mesianismo desde el judaísmo, sus palabras, no siempre claras en el hebreo original, han sido traducidas, elaboradas y estiradas hacia el rey perfecto, heredero del sacerdocio de Melquisedec, soberano-sacerdote de Salem, la Jerusalén preisraelita. El himno se estructura sobre dos oráculos paralelos. El primero (vv. 1-3) es el solemne dirigido al soberano el día de la entronización “a la diestra” del arca, signo de la presencia de Dios. El segundo oráculo (vv. 4-7) es, en cambio, más de tipo sacerdotal, ya que en la antigüedad el rey tenía también funciones cultuales.
  • Momento de silencio dejando resonar en el corazón alguna de las expresiones utilizadas por el salmista pidiendo al Señor que sea en verdad el rey que gobierne nuestra vida y el sacerdote que intercede ante el trono del Padre.

VI. El color de los salmos imprecatorios

Dentro del salterio también tenemos salmos que nos parece imposible que sean reconocidos como Palabra revelada.

Lo que ocurre, y así han de ser leídos y orados, es que son expresión de una cultura y de un ambiente social antiguo y lejano y, por tanto, deben interpretarse correctamente, ciertamente no en sentido literal.  Estas palabras están animadas por la misma indignación de los profetas ante las manifestaciones brutales y sangrientas del mal en la historia humana. Revelan un ardiente anhelo de justicia y el lenguaje oriental ama las imágenes fuertes, las expresiones verbales contundentes, el calor enardecido de las palabras.

Vemos en estos salmos como la Palabra de Dios no es una serie de teoremas teológicos perfectos y abstractos: es una verdad que se abre paso a través de acontecimientos humanos con todo su peso de maldad, sangre, miseria y dolor, y no solo con su luz, belleza y amor.

Antífona: Cristo Jesús, o fuego que abrasa, que las tinieblas en mí no tengan voz. Cristo Jesús, disipa mis sombras y que en mí solo hable tu amor.
  • Momento de silencio dejando resonar en el corazón la antífona cantada.
  • ¿Cuáles son mis tinieblas?, ¿las sombras que me acechan?, en el lenguaje del amor, ¿Cuáles son los “términos” que yo suelo utilizar?
    Pedir la gracia de que en nuestra vida solo hable el amor.
  • PADRE NUESTRO
  • GESTO FINAL:

Se proyectarán o se pondrán escritas en un cuenco frases de los salmos para que cada uno escoja una y le ayude a orar. Aquí una muestra, se pueden añadir muchas más:

  1. «Dichoso el hombre que su gozo es la ley del Señor y la medita día y noche». Sal 1,2
  2. «El Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal». Sal 1,6
  3. «Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: “Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy”». Sal 2,7
  4. «Señor eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza». Sal 3,4
  5. «De ti, Señor, vienen la salvación y la bendición sobre tu pueblo». Sal 3,9
  6. «Dios de mi justicia; tú que en aprieto me diste anchura, ten piedad de mí y escucha mi oración». Sal 4,2
  7. «Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor, y el Señor me escuchará cuando lo invoque». Sal 4,4
  8. «Señor, tú has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en su trigo y en su vino». Sal 4,8
  9. «Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso de mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío.» Sal 5,1
  10. «Señor liberta mi alma, sálvame por tu misericordia.» Sal 6,5
  11. «Yo daré gracias al Señor por su justicia, tañendo para el nombre del Dios altísimo.» Sal 7,18
  12. «¡Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra!» Sal 8,1
  13. «Señor, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para mirar por el?» Sal 8, 5
  14. «Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas; me alegro y exulto contigo, y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.» Sal 9, 2-3
  15. «Levántate, Señor, extiende tu mano, no te olvides de los humildes.» Sal 10,12
  16. «El Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro.» Sal 11,7
  17. «Tú nos guardarás Señor, nos librarás para siempre.» Sal 12, 8
  18. «Yo confío en tu misericordia: mi alma gozará con tu salvación, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.» Sal 13,6
  • ORACIÓN DEL JUBILEO

Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en
tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.

Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz
de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.

Amén.


  • CANTO O REZO DE LA SALVE A MARIA MAESTRA DE ORACIÓN.