Las parábolas en la oración

¡Jesús enseñó a orar orando! Es el núcleo esencial de su enseñanza sobre la oración. Con las parábolas sobre la oración Jesús muestra cinco aspectos esenciales en la oración del cristiano.

En la parábola del amigo inoportuno que pide pan para una visita, Jesús enseña a pasar de una oración dictada por la urgencia o la necesidad a una generada por el Espíritu Santo. Con el Espíritu, el Padre da a cada discípulo lo que es necesario para él. La oración es como el pan necesario entregado por el Padre a sus propios hijos.

En la del Hijo pródigo, Jesús enseña que Dios es siempre un padre que busca a sus hijos. Con su misericordia repara la dignidad del hijo pequeño, y al hijo mayor le restablece en su fraternidad. No podemos invocar a Dios como padre si no reconocemos en el otro a nuestro hermano.

En la parábola de la viuda y del juez descreído Jesús nos muestra que la petición de no caer en la tentación está ilustrada por la fe perseverante o constante de la viuda. En las dificultades, la tentación de la fe nos obliga a la perseverancia en la oración.

La parábola del fariseo y del publicano en el templo compara dos tipos de oración. Por una parte, la oración arrogante y narcisista en exceso del fariseo; por la otra, la oración humilde del publicano. La inflexión de la situación demuestra que Dios justifica o santifica al publicano y no al fariseo.

Por último, la breve e incisiva parábola de la higuera que florece cierra las parábolas sobre la oración. La oración llega a su plena maduración cuando por medio de la vigilancia permite al discípulo reconocer los signos de los tiempos o del reino de Dios que se acerca.

La oración es más necesaria que nunca. Por eso, no es casual que en esta última parábola se insista en la vigilancia abierta a la esperanza, en vistas al encuentro con el Señor.

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